Texto y fotos:
Francisco
DelascioChitty
Ambiente
aletargador,¡30ºC – 38ºC! bajo sombra, una temperatura media anual de 27º y 31º
C. Encegadora luz, viento cargado de miasmas, vías llenas de huecos,
zanjas y capas de rodamiento cual surcos de campo de cultivo. Drenajes o
bocas de visita sin tapas. Paredes manchadas, pintarajeadas con
diferentes jeroglíficos partidistas. Obras inconclusas, cúmulo de basura
por dondequier, calles que sienten la ausencia de las caricias de las escobas.
Mendigos enclencles; indígenas autóctonos pedigueños y vendedores de
plantas (orquídeas), animales (loros, aves coloridas, monos); rapazuelos
mocosos con alcancías de potes leches o de latas de refrescos, son
“vigilados” por ojos calculadores de vetustas mujeres ataviadas con telas
multicolores. Gente hurgando en la basura, compiten con las moscas,
ratas y otras alimañas.
Ciudad Bolívar
según la historia oral y escrita, ha sido la cuna de ilustres hombres, en ella
se fraguaron acciones esenciales que trascendieron mas allá de sus límites,
para la bienaventuranza de muchos pueblos. Antagónicamente, la ciudad
fue saqueada, quemada, cañonada, apredada por los Caribes, ingleses,
irlandeses, holandeses, revolucionarios, caudillos, profesionales que mantenían
insurrección con vacas, caballos y mulas sustraídos a los ganaderos.
Ciudad Bolívar, la otra Angostura por los años de 1831 se vio dividida en dos
bandos, denominados “Filántropos” con Juan Bautista Dalla Costa y
“Antropófagos” con el General Tomás de Heres. Hoy ¿cuantos grupos
existen?.
También la ciudad
sufrió entre el 17 y 21 de julio de 1902 un aterrador bombardeo (el último
hecho de guerra de la “Revolución Libertadora") que dejó mas de 1.500
bajas, efectuado desde los vapores “Restaurador”, “Bolívar”, “Zamora” y la
cañonera “Miranda”; dirigido por el general tirano y dictador Juan Vicente
Gómez, quien se apoderó de la presidencia de Venezuela por veintisiete años.
Actualmente, ¿cuántas víctimas inocentes caen a diario en todos los
rincones de la ciudad?
Ciudad Bolívar es
un lugar donde se siente un aire de tropical indolencia, humedad de río y
rusticidad material y mental en ciertos individuos que hacen “vida” en ella.
Es una ciudad, con un lastre hereditario de mezquindad, ira y
dolor de muchas diásporas que llegaron a ella, al no poder realizar sus
ilusiones en la entonces incipiente Ciudad Guayana. Gente
desaliñada, triste, ociosa y de sospechosas miradas, se conjugan con impúdicos
funcionarios de gobierno, con exóticos y autóctonos buhoneros que obligan al
transeúnte a respirar los efluvios de anafres, cocinas sartenes, pailas y
afines cargadas de vetusta grasa o manteca, que además de saturar, ya de por sí
la atmósfera opresiva de repugnantes olores, pone en riesgo la integridad
física y la libre circulación de connaturales y forasteros.
Paradójicamente, esas áreas de franca exposición se localizan en las
adyacencias de los centros hospitalarios de la ciudad, tribunales, oficinas de
seguridad ciudadana, entre otras. Igualmente el individuo de a pie o el
conductor responsable, padece el acoso de motorizados civiles o no, que con mas
de tres personas (incluso niños y ancianos) en sus máquinas, como también lo
hacen los choferes de perreras, camionetas y otros transportes que emplean las
aceras para agilizar egoístamente su circulación.
Ciudad Bolívar, es
un lugar selvático, no por su sobreviviente flora y fauna urbana, ni por su río
con afluentes increcientes de aguas servidas, sino por la salvaje, cruel y
brutal batalla que casi a diario libran muchos hombres y mujeres para poder
cubrir un mínimo de sus necesidades vitales. Irónicamente donde el
Orinoco es fachada, muchos de nosotros sufrimos de un débil suministro de agua;
y el poder hidroeléctrico del mismo se opaca por el candil de las velas,
lámparas de kerosene o gas y linternas, que buscan iluminar no solo las
viviendas sino calles y avenidas, por ejemplo la San Francisco de Asís, así como
muchas otras que ya comienza a hundirse por botes de agua, y aun cuando
los habitantes de la ciudad paguen todos los servicios, carecen de luz y
de un suministro de agua satisfactorio. Solo quienes forman parte
de la comparsa de la “danza de los millones” tienen acceso continuo de luz,
agua y seguridad. Incidentes patéticos y grotescos se evidencian a
diario cuando los estranguladores, serviles y cobardes de oficio embaucan
frecuentemente al “bolivarense”, para seguir así, ellos en sus opulentas mesas.
La madre
naturaleza presuntamente se porta inclemente, los candentes rayos solares
calcinan, fracturan, resquebrajan la piel de hombres, mujeres, ancianos y niños
que con dificultad buscan acobijarse bajo el dosel de los estoicos árboles de
la ciudad; los cuales tristemente hoy, poco a poco y gracias al mandato de
cultos analfabetos y de sus hordas con serrucho, hacha, machete y sierra en
mano desahogan supuestamente sus anhelos, cóleras y deficiencias a costa de la
extinción o merma del techo vegetal de la ciudad. Aquí, también
continua una cínica histriónica y malbaratada acción propagandista que
únicamente satisface el ego de sus protagonistas; pero que no solventa por
ejemplo la “usura” de los dueños de los abastos, supermercados, vendedores
informales, líneas aéreas y de otros establecimientos comerciales, quienes
marcan los precios de cualquier producto y/o servicios a sus antojos.
Por otra parte, tanto pobladores de la ciudad como las instituciones
responsables, aumentan y favorecen la acción erosiva natural del agua de lluvia
que compitiendo con las descargas no controladas de aguas servidas, fugas de
aguas blancas, mas la deposición de basura doméstica, comercial e incluso
hospitalaria en cualquier lugar público, terrenos baldíos, orillas, morichales
y cursos de agua, activa con mas fuerza el proceso de cárcavas de la ciudad.
Quizás a manera de corolario, pudiera decirse que en Ciudad Bolívar se
conjuga la indolencia, la insensibilidad y una indiferencia social. Esta
última proviene del trato de la sociedad y del comercio. La
persona engañada por los amigos muestra indiferencia con la amistad. Si
es engañado o ilusionado por los partidos políticos es apático con la política.
Cuando acude a comprar cualquier producto, frente al fraude de
precios en ofertas, siente indignación. Y se va convirtiendo en un
extraño, ya que es ofendido y excluido; por tanto busca refugio en su casa u
hogar, pero allí también suele sentirse embaucado, enfadado y lo embarga un
sentimiento de miedo por la auréola de violencia e impunidad que circunda no
sólo su vivienda, sino a todas las calles, veredas y avenidas por donde
transita. Mientras, los ilusionistas mesiánicos siguen abonando la
indolencia para que fructifique en medio de tantas calamidades un profundo
hastío, que en algunos casos aturde de tal manera a ciertas personas, que éstas
incluso buscan separarse de hasta de su propia sombra. Y así, embotados
por tantos mensajes o consignas, que no logra digerir, cae en la indolencia,
pues se siente tan dolido por las desaventuras, mentiras, promesas y por otros
dolores que trastornan a diario su vida que pueden llevarlo a perder la
facultad de sentir o de ver la realidad. Y así como el ebrio
pierde la capacidad de embriagarse, emborracharse; el indolente puede llegar a
la estolidez, patología esta que lo hace manipulable casi en un cien por
ciento. Si bien es cierto, y en honor a la verdad, la ciudad ha sido
maquillada en ciertas áreas; eso no es suficiente ni es ningún favor o
dádiva, ello es una obligación natural con todo el colectivo de la ciudad, y no
actos festivos y propagandistas de los ejecutores.
Dios quiera y la
Virgen de la Nieves, que todos los habitantes de la ciudad nos respetemos, que
exijamos con base, con inteligencia y sin rabia ni violencia, todos nuestros
derechos ciudadanos, para así convivir en armonía y
disfrutar de las bondades de la ciudad. Y, que nuestros gobernantes
(estadal y municipal) tengan la gallardía y voluntad política para llegar a un
consenso para rescatar a Ciudad Bolívar del légano en que se encuentra.